Fidela Huanacune se reunió con Martha Orihuel hace exactamente una semana, el martes 5 de noviembre. Recordaronn los momentos iniciales de su complicidad en pro de la naturaleza y la vida; Fidela se vio retomando activando en pro de los biohuertos educativos al lado de Martha. «Es la misma de siempre, una verdadera ‘Econtinuadora'», dice Fidela refiriéndose a Martha, quien nos ha hecho llegar unas líneas sobre su ya larga relación con Econtinuidad.
Conocí Econtinuidad hace algo más de 15 años. Era estudiante de ciencias ambientales y buscaba una entidad que trabajara hacia el desarrollo sostenible, generando impactos positivos en el medio ambiente y la sociedad en comunidades de América Latina. Investigando por internet llegué a la web de Econtinuidad, e inspirada por su trabajo contacté con Fidela Huanacune para que me diera más información. Tras nuestro primer encuentro rápidamente me contagié del trato cercano; la pasión, el cuidado, los valores y el buen hacer que ponía en el proyecto, y que era un reflejo de la capacidad de generar cambios sociales que tiene la ONG.
Los biohuertos educativos que vertebran las iniciativas de Econtinuidad, se centran en la creación de huertos escolares como espacios de empoderamiento de la infancia y las comunidades. Los biohuertos suponen una herramienta educativa para trabajar todas las asignaturas de la escuela y otras competencias para la vida; facilitando que niños y niñas, desde muy pequeños, se conecten y aprendan a cultivar la tierra, siendo más conscientes sobre su alimentación y la salud comunitaria.
Tras este primer encuentro quise formar parte de Econtinuidad apoyando, desde mis posibilidades, a que sus iniciativas siguieran en marcha y junto con compañeras de clase realizamos un evento, que además de perseguir objetivos para la sensibilización ambiental en la Universidad, nos permitió recaudar fondos para la ONG.
De esto hace ya 15 años y desde entonces el trabajo de Econtinuidad no ha hecho más que crecer y demostrar que está atendiendo a necesidades reales de las distintas comunidades peruanas en las que intervienen. En estos años también ha crecido mi capacidad de entender los beneficios que aportan de una manera más integral y que van más allá de un proyecto escolar.
Los biohuertos facilitan canales para la participación de los y las docentes, de los estudiantes y sus familias, y a una mayor escala favorece la participación social de todos los miembros de la comunidad.
Poner un huerto escolar en el centro de una comunidad para que aquellas personas que la habitan: se formen en agricultura ecológica, se alimenten, se diviertan, cooperen, .., y generen vínculos entre ellos y ellas y con su territorio, es en definitiva poner la vida en el centro. Es crear espacios para regenerar la tierra y para cuidar de las personas que cuidan de ella, es poner en valor lo que nos nutre, lo común, lo importante.
Martha Orihuel
Madrid, noviembre 2019
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septiembre, 2022