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La función cultural del Biohuerto Educativo

agosto, 2019

La función cultural del Biohuerto Educativo es la vía que este “jardín para la vida” ofrece a quienes entran en relación con él a fin de que puedan construir su identidad a través de la repetición de prácticas que les son propias.

Las prácticas que se reproducen en el marco del manejo y cuidado del Biohuerto Educativo se fundan en un hecho simple pero de la mayor importancia para la humanidad: la cultura y la identidad colectiva surgieron casi al mismo tiempo en la historia.

Cabe señalar que cultura e identidad colectiva son dos elementos consustanciales a la hora de tratar de dar sentido a nuestra existencia tanto colectiva como individual: “Una existencia en la que la percepción del rol que jugamos en la naturaleza constituye la piedra angular de la arquitectura relacional que se erigirá (…) La calidad del vínculo que se establece determinará el tipo de cultura e identidad que el ser humano lleva consigo” (1).

No hay que olvidar que la crisis medioambiental en la que estamos todos sumidos es consecuencia, entre otros factores, de la gran distorsión en la relación establecida entre el ser humano y la naturaleza. “La crisis cultural e identitaria no hace más que enrostrarnos este hecho y nos compromete con la enorme tarea que tenemos para contribuir a la solución del impase de civilización al que nos confrontamos todos sin excepción” (2).

Un impase en cuyo proceso de solución no debe tomarse en cuenta tan solo los factores propios al campo de la interculturalidad, sino también los elementos propios a los dominios de la “intraculturalidad”. Vale decir, los que atañen al conocimiento que uno posee sobre las propias formas de relacionarnos con el entorno natural o construido a fin de satisfacer diferentes tipos de necesidades. Una tarea en la que el Biohuerto Educativo puede servir con miras a superar este impase.

Pues es mediante esta “naturaleza en miniatura” que quienes participan en su dinámica pueden iniciar un proceso orientado a sentar nuevas y sanas bases en su relación con la naturaleza: revalorando sus tradiciones y mejores técnicas legadas por sus ancestros, complementándolas con nuevos saberes que se adquieren en el marco del manejo y cuidado de este “jardín para la vida”.

En ese sentido, podemos mencionar la manera en la que los pobladores de las comunidades altoandinas del Cusco beneficiados por la presencia de los biohuertos educativos han iniciado el proceso de revalorización de su cultura agrícola: han tomado conciencia de que sus tierras -fertilizadas por el trabajo fundado en el respeto a la naturaleza- han sido cuna de grandes civilizaciones portadoras de cosmovisiones singulares y ricas.

A través de su función cultural, el organismo vivo que es todo Biohuerto Educativo brinda en el seno de las escuelas que le han abierto sus puertas la posibilidad de, reforzando su cultura, construir identidad a quienes entran en relación con él.

(1) Sophie DMITRIEFF, Los Biohuertos educativos: una historia de amor entre el ser humano y la naturaleza, Evisto, 2010, p. 25.

(2) Ibid

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