Fue el viernes 10 de diciembre de 2010, cuando en la corazón de la ciudad del Cusco, Sophie Dmitrieff, fundadora y directora de Econtinuidad, ante un auditorio compuesto por un nutrido número de personas, entre profesores, padres de familia y alumnos, presentó la primera edición de su libro “El Biohuerto Educativo: una historia de amor entre el ser humano y la naturaleza”.
De ese momento, tal como la fecha del lanzamiento del libro lo indica, han pasado más de ocho largos años. Un periodo que lejos de restarle actualidad y frescura a la obra de Sophie Dmitrieff, muy por el contrario ha servido para reafirmar la pertinencia y pervivencia de los argumentos en pro de una “relación armoniosa entre el ser humano y la naturaleza” que la autora antepone.
En su obra, Sophie Dmitrieff, luego de situar la aparición del Biohuerto Educativo en una perspectiva histórica, define lo que es esta “naturaleza en miniatura” que, en el seno de las escuelas, tal como la experiencia de campo de Econtinuidad muestra, no surge por generación espontánea: sino como consecuencia de la voluntad y la acción de los miembros de la comunidad educativa de la escuela que le ha abierto sus puertas para recibirlo y cuidar de él.
Sophie Dmitrieff señaló entonces, lo sigue haciendo ahora, que los profesores, padres de familia, niños y/o adolescentes, al igual que el personal administrativo y de servicio, los miembros de la comunidad educativa, una vez que el Biohuerto Educativo se ha hecho de un lugar al interior de la escuelao, entran en relación con este “jardín para la vida” para iniciar, junto a él, el camino que los conducirá hacia la transformación de la relación entre ellos y la naturaleza.
“El Biohuerto Educativo: una historia de amor entre el ser humano y la naturaleza”, tal como la experiencia de campo de Econtinuidad a lo largo del tiempo que nos separa del día de su lanzamiento ha mostrado, es una contribución que se mantiene vigente: las doce funciones identificadas por la autora constituyen las vías por excelencia para entrar en relación con esta «naturaleza en miniatura» que es todo Biohuerto Educativo.
Casi dos décadas después de la fundación de Econtinuidad, las decenas de Biohuertos Educativos que se han implementado en escuelas de un buen número de las regiones del Perú constituyen el testimonio fehaciente de que las tesis del libro, gracias a las doce funciones, suerte de puentes establecidos para relacionar al Biohuerto Educativo con el ser humano y el aula en las escuelas donde un bihuerto se ha ganado un lugar, se han validado.
El Biohuerto Educativo ha permitido enriquecer ecológicamente las temáticas que componen la currícula escolar y ha catalizado con su benefactora presencia, gracias a la participación de padres de familia, maestros y otros miembros de la localidad donde estas escuelas están ubicadas, la aparición de las cocinas y los comedores educativos: el lugar en el que los niños y adolescentes dan cuenta de potajes y ensaladas preparados con las hortalizas cultivadas en el Biohuerto Educativo.
Los biohuertos educativos implementados en el Cusco, Lima y Callao, al igual que en Arequipa, Ica, Huancavelica, Junín, Pasco, Lambayeque y La Libertad, nos permiten decir que las ideas plasmadas en el libro de Sophie Dmitrieff están vigentes para bien de quienes, como en Econtinuidad, sostienen que la mejor manera para revertir la crisis ecológica y medioambiental que aqueja al conjunto de nuestro planeta pasa por un cambio de actitud del ser humano con respecto a la naturaleza.
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septiembre, 2022