«Gracias a la generosidad de Christiane Dmitrieff los Biohuertos Educativos ganan espacio en las escuelas del Perú»
Si los Biohuertos Educativos de Econtinuidad se han ganado un espacio en el Perú es gracias a la participación de personas como Christiane Dmitrieff.
Mi madre, hoy una dinámica mujer de 84 años, desde el año 2004, es decir desde hace quince años, desde Francia y con sus haberes, acompaña a Econtinuidad en la tarea que nuestra organización se ha impuesto a la hora de aportar su grano de arena en la crisis ecológica y medioambiental que involucra a todos en nuestro planeta.
No hay Biohuerto Educativo que haya sido implementado desde hace quince años en diversas regiones del Perú con la participación de miembros del quipo de Econtinuidad que no haya contado para ver la luz sin el generoso apoyo de mi madre.
No solo eso, Christiane Dmitrieff, una parisina de nacimiento, también ha apoyado la organización de los talleres técnicos y pedagógicos y los denominados Escuela-Comunidad: jornadas de trabajo colectivo que han permitido el manejo y el cuidado sostenido de los Biohuertos Educativos que se han implementado a lo largo de los últimos tres lustros.
Mi madre, quien ha visitado el Perú en tres oportunidades, me ha hecho saber en varias ocasiones que apoya a Econtinuidad a sabiendas que lo que nuestra organización hace está orientado a cambiar la vida de las personas involucradas en la traducción en los hechos de la propuesta de Econtinuidad, cuyo eje siempre es el Biohuerto Educativo. «Por eso lo hago», me ha dicho en más de una oportunidad.
Nada más cercano del objetivo mayor de Econtinuidad que no es otro que el de sentar las bases de la transformación de la vida de toda persona que entra en relación con el Biohuerto Educativo a partir de la transformación de la relación entre el ser humano y la naturaleza. Un objetivo sin duda ambicioso como esperanzador.
Algo, cuya traducción en hechos, que ha henchido el corazón de mi madre, cuando encontrándose en las alturas del Cusco pudo ser ver in situ las labores llevadas a cabo por los miembros del equipo de Econtinuidad en las instituciones educativas de diversas comunidades altoandinas.
Ahí, Christiane Dmitrieff pudo ver como el Biohuerto Educativo, sobre todo los de tipo invernadero, se habían ganado un lugar en las escuelas e iban, relacionándose con el aula, transformando la vida de niños y profesores, además de la de los padres de familia, que participaban en las faenas de manejo y cuidado de estas “naturalezas en miniatura”.
A través de estas líneas quiero agradecerle a mi madre por el apoyo desinteresado que le brinda hasta ahora a Econtinuidad. Que ella encuentre la prueba de nuestro agradecimiento en el trabajo que cotidianamente realizamos en pro de una vida digna en un mundo en armonía con la naturaleza.
Sophie Dmitrieff
Julio, 2019
¡SÍGUENOS EN NUESTRA REDES SOCIALES!