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Los biohuertos familiares y algo más

abril, 2020

Los biohuertos familiares, como todo biohuerto, en particular los educativos, tienen el potencial para transformar la relación con la naturaleza de todo aquel que entra en contacto con ellos.

Un biohuerto familiar, tal como las dos palabras señalan, es un huerto orgánico que cobra vida en un espacio asignado por una familia en la vivienda que esta habita.

Los biohuertos familiares pueden ver la luz en viviendas tanto de la ciudad -siendo en este caso un tipo particular de los llamados biohuertos urbanos-, como del campo, en las viviendas, por ejemplo, localizadas en las comunidades altoandinas del Perú.

Forma y tamaño de los biohuertos familiares

Debido al tamaño y a la distribución del espacio de las viviendas, los biohuertos familiares pueden, no importando el tamaño del espacio que se le haya asignado, adoptar un sinúmero de formas. Ninguna opción le es ajena, pues como todo biohuerto es modulable en forma y tamaño

Los biohuertos familiares pueden cobrar existencia, por ejemplo, en el balcón o la azotea de la vivienda haciendo uso de un grupo de macetas de igual o diferente tamaño y forma. O en unos metros cuadrados del jardín interior de la vivienda, en caso este útimo existiese.

¿Puede un biohuerto familiar ser de carácter educativo?

Todo biohuerto, al ver la luz como consecuencia de la acción humana, trae consigo el potencial de acción para transformar la relación entre el ser humano y la naturaleza. No importando el tamaño y la forma que este adopte en la vivienda.

Este potencial, al igual que lo sucede en los biohuertos educativos de las escuelas, está compuesto por el conjunto de funciones, doce en total, que todo biohuerto educativo siempre trae consigo.

De manera que, como todo huerto orgánico, un biohuerto familiar puede permitirle a quien lo ha creado y a los que entran en relación con él en el seno de la vivienda, sentar las bases de una relación armoniosa con la naturaleza.

¿Cómo puede «educarnos» un biohuerto familiar?

A través justamente de las doce funciones que trae consigo, que no son otra cosa, como en el caso de los biohuertos educativos escolares, los caminos que nos brindan el biohuerto educativo para entrar en relación con él.

Pues, un biohuerto familiar puede, cumpliendo su función nutricional al ser una una fuente de cultivo de hortalizas y plantas aromáticas, puede estimular la creación del artista que todos tenemos en nosotros.

Su presencia puede incitar a quienes habitan en la vivienda a vivenciar una nueva ética, una que los incite a actuar en pro de la vida y la naturaleza. O puede, si quienes entran en relación con él, servir como fuente de nuevo aprendizaje y de adquisición de conocimiento.

Una vez pues que un biohuerto familiar ha sido creado, este, con sus doce funciones -Pedagógica, Cognitiva, Nutricional, Terapéutica, Agroecológica, Organizacional, Artística, Creativa, Relacional, Comunicacional, Etica y Cultural- se pone al servicio de la vida y la naturaleza.

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