Relatándonos la interrelación entre ella y su biohuerto familiar educativo, Fidela Huanacune nos muestra el proceso de crecimiento de las plantas de rábano en uno de los bancales altos con los que cuenta su biohuerto..
Todo comenzó la mañana del domingo 15 de marzo, pocos días después de iniciado el confinamiento. «Tengo por lo menos dos meses de confinamiento por delante, me venía diciendo, tiempo suficiente para hacerle el siguimiento al crecimiento, desde el inicio, a una planta de rábano». Así lo hice.
Escogí sembrar las semillas de rábano, eran alrededor de 20, cabían más que suficiente en la palma de una de mis manos, en uno de los bancales altos que hay en el biohuerto familiar educativo de mi casa, aquí en La Navata, Galapagar, una localidad, para quienes no conocen, del norte de Madrid.
Quería marcarle el paso al desarrollo del rábano, o rabanito, como también lo llaman en el Perú, pero también deseaba ver cómo a través de una actividad concreta, en este caso el desarrollo de unas plantas de rábano, mi biohuerto, interactuaba conmigo. Pues una cosa es hablar sobre este tema y otra vivenciar la interrelación con esta naturaleza en miniatura.
Quería experimentar en forma consciente las diversas maneras en las que todo biohuerto educativo, ya sea en una escuela, en la comunidad o en el hogar, en este caso el mío, se puede relacionar con quien entra en contacto con él. Me refiero a lo que en Econtinuidad denominados las 12 funciones que trae consigo todo biohuerto educativo.
Dos meses y tres días después de haberse iniciado el desarrollo de las plantas de rábano, la mañana del pasado lunes 18 de mayo, puedo afirmarlo, me di por bien servida. Pude comprobar en carne propia cómo la través de sus funciones mi biohuerto familiar me condujo por el camino de un nuevo conocimiento.
Me refiero en particular a las funciones agroecológica y pedagógica, pero también a la cognitiva, al igual que a la ética. Pues actuando agroecológicamente durante todas las semanas de duración de esta vital experiencia, me autoeduqué tratando de seguir a pie juntillas la dinámica de vida de mi biohuerto familiar.
A lo largo de esas semanas, siguiendo de cerca el desarrollo de las plantas de rábano, un sinnúmero de interrogantes surgieron incitándome a dar respuestas fundadas en la observación y el análisis. Cognitivamente mi biohuerto, no cabe duda, me estimulaba. Afirmando al mismo tiempo la ética de la vida que antepongo cuando me relaciono con la naturaleza.
Al compartir estas imágenes, puedo decir que la observación, el análisis y la constancia me permitieron adquirir una valiosa información: ver cómo iban apareciendo las hojas, cómo aumentaban estas de tamaño, cómo las raíces comestibles aparecían, fue una gran y enriquecedora experiencia. ¡Un verdadero gozo!
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