«Es el momento para que Econtinuidad potencie la presencia de los biohuertos en el seno de la familias, no importa el tamaño y la forma que tomen», me dijo Laura (*). Yo le respondí abiertamente a través de esta carta.
París, 31 de marzo de 2020
Querida Laura,
Desde el lugar de mi confinamiento, me apresuro a compartir contigo y, a través tuyo, con quienes tengan a bien leer estas líneas, mis percepciones no solo sobre lo que vendrá una vez que este periodo de distanciamiento social llegue a su fin, sino también sobre lo que podríamos comenzar a hacer en el seno de nuestros hogares durante estas semanas de dura lucha contra el Covid-19 que pone a prueba a la humanidad.
En torno a lo primero, más allá de la traducción económica, financiera, social y política de la emergencia sanitaria global en la que nos encontramos, viviendo en una gran urbe como es París, no lamento la mejora en la calidad del aire que respiramos, la disminución drástica de la contaminación sonora y la irrupción de la vida silvestre en los espacios urbanos. Espero que cuando la vida en París, en tu Buenos Aires, por doquier, retome su cauce, no se olvide los aspectos positivos de esta penosa experiencia y se adopten, inspirándose en ellos, las políticas adecuadas para avanzar en la dirección que un mundo sostenible exige.
Sobre lo segundo, para nadie es un secreto que, en medio de esta experiencia inédita que nos confronta a nuestra propia condición, el lugar donde vivimos se ha convertido en nuestro universo. En la trinchera de lucha en esta situación de guerra en la que vivimos. Confinados, dando cara a este enemigo invisible, salimos de nuestros hogares en búsqueda de lo esencial para satisfacer nuestras necesidades básicas, dentro de lo cual las ligadas a nuestra alimentación ocupan un lugar de preeminencia.
En este contexto de emergencia de todo tipo, una preocupación creciente es saber qué se va a llevar uno a la boca a fin de no solo alimentarse, sino también nutrirse. Una vez más, tal como muchísimos y tú lo dicen, no debemos dejar de señalar que la incorporación de las hortalizas en los alimentos preparados en casa los enriquecerá sobremanera con las vitaminas, minerales, oligoelementos, enzimas e innumerables micronutrientes que traen consigo.
La oportunidad se presta no solo, como tú bien señalaste, para ir en búsqueda de estas bienhechoras, sino también para cultivarlas en los espacios, por pequeños que estos sean en el seno de nuestras viviendas. Si se dispone de un jardín exterior o interior, pues asignémosle algunos metros cuadrados a un huerto orgánico. En ese espacio, las lechugas, los tomates, rabanitos, acelgas, entre otras hortalizas, además de una u otra planta aromática, como el perejil o el culantro, darán muchas satisfacciones a quienes se lancen en esta aventura.
Y si no se cuenta con un espacio abierto como el jardín, tal es el caso de muchos, por qué no hacer uso del balcón o la azotea. Estos, tal como muestran un gran número de tutoriales a disposición en el ciberespacio sobre cómo crear un huerto urbano, son espacios que se prestan sobremanera para este uso. Para esto, entre otras alternativas, se puede echar mano de algunas macetas o mesa(s) de cultivo, o como también de las macetas colgantes.
Como se puede ver, querida Laura, no hay límites para la creatividad a la hora de pensar en cómo hacer a fin de contar con biohuerto en casa, uno pues de naturaleza urbana. Y ganar de esa manera, por qué no afirmarlo, márgenes de autonomía alimenticia. Algo que la crisis desencadenada por la estresante presencia del Covid-19 nos incita a conseguir, pues dada las circunstancias poca garantía hay de que un evento de envergadura planetaria como el del coronavirus no se repita en un futuro.
Promover pues los biohuertos urbanos, como me dijiste, si es una necesidad. Antes tan solo como una alternativa, lo que no era poca cosa, a la forma de cultivar las hortalizas haciendo uso de pesticidas químicos y fertilizantes sintéticos; ahora, porque cultivar hortalizas en casa, y luego en los lugares públicos de cercanías debidamente acondicionados, es una fuente de alimentación y empoderamiento para quienes, reitero, se lancen en esta aventura de consecuencias insospechadas a nivel cultural, social y económico.
Un abrazo caluroso desde Econtinuidad,
Sophie Dmitrieff
(*) Laura Olalde, artista visual y educadora, vive, trabaja y pasa estos días de confinamiento en la ciudad de Buenos Aires, Argentina. (https://lauraolalde.wordpress.com)
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